6ta Lección
ORAR CON LOS SALMOS
Los
salmos son oraciones muy antiguas compuestas por el pueblo de Israel a lo largo
de la Historia de la Salvación. Brotaban espontáneamente de labios de los
pobres, que en sus aflicciones y alegrías, acudían a Dios para pedir ayuda y
darle gracias.
La
palabra «salmo» viene del griego «psalmoi», que alude al instrumento musical
hebreo, semejante a una lira o un arpa, con el que se acompañaban estas
oraciones, porque los salmos son esencialmente cantos. Los judíos los repetían
constantemente en sus fiestas, peregrinaciones y reuniones hasta que quedaron
guardados en la mente del Pueblo de Israel y pasaron a ser para nosotros una
herencia espiritual de incalculable valor, además de ser también «palabra de
Dios».
Están
agrupados en el libro llamado «de los salmos» (situado en el Antiguo
Testamento, la Biblia Latinoamérica los coloca antes de los Evangelios). Se
dice que son «aproximadamente» 150. En realidad, algunos están divididos en dos
partes y otros están repetidos. Por ejemplo: salmos 9 y 10 no son más que uno
solo, lo mismo que el 42 y el 43; el 14 y el 53 son un doblaje uno del otro.
Algunos otros salmos se encuentran también fraccionados.
Para entender los
salmos
Casi
siempre, el lector que se acerca por primera vez a estas oraciones experimenta
un rechazo o malestar por no comprenderlos. Incluso puede sacar fácilmente la
conclusión de que no le aprovechan. Pero no hay que detenerse ante estos
razonamientos simples. Como veremos, ciertamente es posible abrir nuestros labios
y elevar nuestros corazones a Dios con estas plegarias que parecen tan lejanas
a nuestra realidad.
Por
ser textos del Antiguo Testamento, no pensemos que vamos a encontrar en los
salmos alguna alusión a Cristo, a la Trinidad, al Espíritu Santo, a la Iglesia
o a los sacramentos. Más bien, su lenguaje nos parece complicado porque
refieren cosas y hechos incomprensibles: sacrificios de carneros, holocaustos y
sangre de toros, etc. que nos dan una sensación de extrañeza.
Casi
no hay en los salmos ninguna alusión al amor o a la fraternidad, todo lo
contrario, descubrimos en ellos abundantes expresiones de venganza y odio, de
maldición y orgullo ¿Dónde quedan el perdón y la humildad cristianos?
Encontramos,
por ejemplo, expresiones como éstas: «Dichoso el que te hiciere los males
que nos hiciste. Dichoso aquel que agarre a tus pequeños y los haga pedazos en
las piedra» (Sal 137, 9) ¡Incomprensible que en una oración se pueda decir
tal cosa! Pero, como veremos más adelante, en todo esto es refleja la psicología
de aquellos tiempos anteriores al anuncio del Evangelio de Cristo, cuando
aquellos pueblos se lanzaban a las guerras para defender su patrimonio
religioso.
Los géneros literarios
Para
superar estas dificultades y comprender mejor los salmos, es preciso comprender
lo que son los géneros literarios, es decir, las distintas formas en que el
autor utiliza el lenguaje. No todos los salmos son iguales, hay que saber
reconocer, primero que están escritos como poesía. Algunos son alabanzas,
súplicas o acciones de gracias. En general, no tienen un sentido o un fin
histórico (aunque haya, en lo profundo, un sustrato histórico que los haya
originado). Recordemos que son oraciones espontáneas de un pueblo sencillo.
Lo
anteriormente dicho nos ayuda a comprender expresiones que nos parecen
desmedidas. Por ejemplo: «De tanto gritar los huesos se me pegan a la piel»
(Sal 102, 6), «Tus flechas me traspasaron» (Sal 38, 3), «Mis
perseguidores son como leones hambrientos, me van a despedazar sin que nadie
pueda salvarme» (Sal 7, 3), etc. Como vemos, es difícil comprender la
mentalidad del pueblo de Israel, a veces se comporta como un niño ególatra y
mimado, que con tal de ganar el favor de su padre es capaz de exagerar y
dramatizar.
En
los salmos vamos a encontrar tres géneros literarios principales bien
reconocidos:
1.-
Los himnos,
2.-
Las súplicas y
3.-
Las acciones de gracias.
Conviene
distinguirlos bien, para que cuando necesitemos orar con ellos sepamos
aprovecharlos lo mejor que podamos. Veamos:
1.- Los Himnos. Son oraciones de
alabanza, es decir, proclaman con júbilo y alegría las acciones de Dios. Su
intención no es pedir o dar gracias a Dios por algo, sino simplemente unirse a
Él porque se le ama. No hay ninguna otra intención que pueda manifestar un
interés de nuestra parte, sólo exaltan los atributos divinos.
Los
orantes experimentados afirman que es una oración «químicamente pura» por lo
tanto la más valiosa, en ella no hay rastro de egoísmo, sólo se canta al
Creador por lo que Él es. Por ejemplo: la grandeza de Dios creador (cf. Sal 8),
su Nombre, o sea su misma persona (cf. Sal 135), etc.
Tenemos
himnos bellísimos, recomendados especialmente para esos momentos en que estando
alegres queremos simplemente unirnos a Dios. Por ejemplo, el salmo 8, que canta
la grandeza de Dios creador el salmo 113, que celebra el gusto de Dios por los
pobres; el 150, por el que nos unimos a esta sinfonía de alabanza ofrecida por
todas las crea-turas.
2.- Las súplicas. Es el género literario
más representativo del salterio, con el cual nos identificamos más. Por medio
de estas oraciones un fiel creyente, perseguido o rechazado, enfermo o solo,
manifiesta a Dios su sufrimiento, para obtener de Dios su clemencia y favor.
Es
interesante profundizar en la psicología del necesitado. Normalmente se exagera
la situación: «estoy solo, nadie hace caso de mí». «Una banda de insolentes
atenta contra mi vida». «Las aguas me llegan hasta el cuello». La
oración sale de lo profundo del corazón y se refleja en la mirada, en las
palabras, en las actitudes (cf. Sal 123). Cuando una persona se siente
realmente necesitada, llora y gime en su interior y no le importa postrarse
humillada ante el que tiene el poder de ayudarle.
Por
supuesto, estas oraciones no funcionan como palabras mágicas. Si queremos
obtener de Dios un beneficio, es preciso, aprender a suplicar, es decir, a
abandonarse en sus manos. Para ello necesitamos experimentar estos mismos
sentimientos que embargaron a los salmistas. Así, se debe sentir profundamente
la necesidad, llorar y gemir con ella y después, confiarse absolutamente en
Dios, con una confianza infinita, porque Él es el Todopoderoso.
Entre
los salmos de súplica más conocidos tenemos el salmo 71, conocido como «la
oración del anciano»; el salmo 42: «Como busca la cierva», que es la
plegaria del alma que busca a Dios; el famoso «Miserere», salmo 51, por
el cual clamamos a Dios perdón y misericordia; el salmo 121, para pedir una
especial protección y otros muchos que, poco a poco, se irán conociendo.
3.- Las acciones de
gracias.
Cuando Dios escucha nuestras súplicas, naturalmente nos volvemos a Él para
agradecerle sus favores. Una vez que la persona es liberada de su aflicción o
de su culpa, el orante da gracias a Dios y promete sacrificios y alabanzas.
Entre
los salmos de acción de gracias tenemos el largo salmo 18, que es un canto de
entusiasmo por la liberación de la esclavitud, el salmo 40, que agradece a Dios
el habernos sacado de la ignominia y del pecado, el salmo 92 hace lo mismo por
la vida y la fecundidad, etc.
Los salmos: nuestra
oración cristiana.
Los
salmos son una oración excelente: Jesús rezaba los salmos, María y los
apóstoles, los primeros cristianos, también como buenos judíos oraban con
ellos. La Iglesia ha hecho también de ellos su oración oficial, a lo largo de
los siglos. Nosotros también podemos servirnos de ellos para construir nuestra
oración personal.
El
recurso al Nuevo Testamento nos permite mirar los salmos desde otra perspectiva
y aprovecharlos aún más para nuestra oración. Nosotros luchamos y estamos en
guerra contra el poder de Satanás, que nos persigue y nos quiere hacer caer. «Los
enemigos que nos persiguen, no son los paganos que no conocen a Dios, sino las
fuerzas del mal» (Ef 6).
Generalmente,
las biblias traen una pequeña introducción al salmo, conviene leerla siempre,
para que podamos actualizar nuestra oración y darle sentido a cada una de las
palabras que rezamos. Igualmente, la liturgia de las Horas, cita un breve texto
del Nuevo Testamento para anteceder al salmo. Ésta sería la luz necesaria para
darle una proyección cristiana a los salmos.
Es
una gracia muy grande descubrir el valor de la «Liturgia de las Horas» (La
oración pública y comunitaria de los salmos, de modo continuo). Conviene que
nos introduzcamos a esta particular forma de oración de tanta tradición e
importancia en nuestra Iglesia. Aparte de dirigirnos a Dios como una sola
Iglesia universal, se fomentan entre los cristianos los vínculos de fraternidad
y solidaridad.
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