Abajo del escrito el audio de esta lección
Para
la Sagrada Escritura y la tradición cristiana, un profeta no es un brujo ni un
visionario de futuro, sino una persona de carne y hueso que es llamada por Dios
para hablar en su nombre. Todo bautizado está llamado a cumplir esta misión de
anunciar la Palabra y más aún, ser la voz de Dios en el mundo, no sólo
denunciando errores e injusticias, sino siendo una extensión del amor de Dios
para los hombres. Por eso, a través de esta lección, los profetas volverán a
hablarnos con la palabra de Dios siempre actual, sacudiendo nuestras
conciencias y nuestros corazones para indicarnos el camino de la fidelidad y la
misericordia.
Para
disponernos a reflexionar la palabra de Dios, recemos el Salmo 2, que es la
oración fuerte del que experimenta conflictos y dificultades por tratar de ser
fiel al Señor. Pensemos también que la oración es el «riego» que damos a la
semilla que es la Palabra para que ésta germine, crezca, se fortalezca y rinda
muchos frutos. Después hagamos la oración: «Señor, te pedimos que nos llenes e
impulses con tu Santo Espíritu para que todo lo que Tú nos has participado a
través de tu Palabra podamos llevarlo a los demás. Danos ánimo y coraje para
llegar a los confines de la tierra empapando a los hombres de Ti». (Ave María y
Gloria ).
Recordatorio
de la lección anterior
La
lección anterior «David, el rey, según el corazón de Dios» nos sirvió para
aclarar conceptos muy importantes. Descubrimos que la humildad es el criterio
principal que Dios utiliza para llamar a sus elegidos; la definimos,
esencialmente como confianza y abandono en los planes de divinos; en oposición
a la soberbia que se entiende como una autosuficiencia e independencia de Dios.
Sólo los humildes son aptos para cumplir la voluntad de Dios, por eso el Señor
escogió primero a Saúl para ser rey, pero, como vimos se volvió orgulloso y
soberbio entorpeciendo las obras de salvación. Fue por eso que el Señor eligió
a David, pastor sencillo de familia muy modesta para tal misión. Dios no se
fija en la apariencia para escoger a sus representantes sino en el fondo de su
corazón. Un corazón sencillo y dispuesto, libre de todo deseo de riqueza y
gloria humana, es el instrumento preferido de Dios para realizar su salvación.
El
rey David fue un modelo de creyente, lleno de fe y energía, lo recordamos
cuando confiando en la fuerza de Dios venció al gigante Goliat. También lo
recordamos alabando a Dios con todas sus fuerzas delante del Arca y encabezando
numerosas batallas para engrandecer a Israel. Su fidelidad fue recompensada por
Dios con una promesa de asistencia a todos sus sucesores. Tal promesa consistía
en que el favor de Dios iba a estar siempre presente en la descendencia de
David. Recordemos también que de este modo David se convirtió en un eslabón muy
importante en la historia de salvación; Jesús Hijo de Dios será llamado con
razón: «Hijo de David».
Otra
enseñanza importante de la lección fue el darnos cuenta que todos los hombres,
aun los que están más cerca de Dios, como David, son objeto de caídas y graves
tropiezos. Vimos como el rey David «se durmió en sus laureles de fama y
grandeza» y dejó de cumplir con sus obligaciones. La pereza los llevó al
adulterio y el adulterio al asesinato. Su grave pecado quedó oculto a los ojos
de los hombres, pero no a los de Dios que se valió del profeta Natán para
hacerlo volver a su juicio. La palabra que Dios le dirigió a David le hizo
recobrar su conciencia de ungido y elegido de Dios preparándolo para el
arrepentimiento. Este hecho nos mostró la infinita misericordia de Dios, que
está más pronta en perdonar los pecados no importa qué tan grandes o negros
sean, que en señalar o castigar a los culpables. El conocimiento profundo de la
misericordia divina anima a todo el que se sienta pecador a volverse a Dios con
la confianza de ser perdonado. La palabra de Dios siempre nos sacude e inquieta
llevándonos por el camino de la conversión. El rey David de este modo encontró
su vocación de servidor, más consiente de ser instrumento de Dios, aunque no
por eso menos humano.
Para
empezar trataremos de aclarar con la Sagrada Escritura el concepto «profeta»,
explicando algunos rasgos de esta vocación.
¿QUIÉNES
SON LOS PROFETAS?
En
el sentido bíblico, un profeta es simplemente «el que habla en nombre de Dios».
Dejemos atrás el pensamiento popular de un profeta como el adivinador, brujo o
visionario del futuro. El profeta es por excelencia el enviado que a lo largo
de la historia de la salvación representa la voz autorizada para anunciar
mensajes y corregir fallas de parte de Dios.
Jeremías.
1, 4 - 10
Este
texto representa el típico llamado a la vocación profética; la prueba de que
«el ser profeta» es algo esencial a nuestra persona. Todo bautizado descubre en
la palabra de Dios el llamado a cumplir con esta misión personal: «Desde el
seno de tu madre te conocía, antes que nacieras te consagré» (v. 5 ). En virtud
de esta Palabra que se arraiga en nosotros, vamos entendiendo poco a poco, las
maneras de Dios, para que podamos pensar y sentir al estilo divino.
Es
una misión trascendental que Dios nos confiere a todos, no es cosa de suerte o
predestinación; es un compromiso en el que va en juego la salvación de muchos y
nuestra propia realización. Por ello, la madurez y responsabilidad que exige
esta misión hacen temblar de miedo a Jeremías: ¿Cómo puedo hablar yo que soy un
muchacho? (v. 6 ). La conciencia y convicción de esta experiencia de ser
elegidos, escogidos, tomados y enviados por Dios mismo, nos impulsa a realizar
esta difícil misión, pues sabemos que Dios está con nosotros (v.8).
Para
cumplir esta misión no es necesario ser un experto o estudioso de las
cuestiones religiosas, o tener mucha cultura o inteligencia, aunque no negamos
la utilidad de estas virtudes que en cierta forma son necesarias. El llamado a
la vocación profética descubre que es mucho más importante la vida de fe; ¡No
podemos hablar de Dios sin haber tenido un encuentro con Él!
En
la experiencia apostólica que realizamos los Misioneros Servidores de la
Palabra, hemos constatado que en terrenos de apostolado puede más una persona
que con sus límites e incapacidades se esfuerza por tener la experiencia viva
de Dios. Predicar la Palabra, no es cuestión de inteligencia o capacidad, sino
de fidelidad al llamado. ¡Dios no se equivoca al llamar a sus elegidos! Es
precisamente en nuestros límites humanos donde se manifiesta con mayor eficacia
el poder de la Palabra divina. En la revista «Inquietud Nueva» hemos presentado
muchísimos casos de personas que no obstante a sus límites y poca preparación
intelectual se han lanzado en esta experiencia profética. Son también testigos
de que «quien ha conocido a Dios no puede callar» (cincelazo. 97).
Jeremías
15, 16 - 21 ; 20 7 - 13
El
llevar la palabra de Dios a los demás, es por un lado el regalo invaluable que
ilumina toda nuestra vida proporcionándonos gozo y alegría, pero al mismo
tiempo, también se siente el peso del «paquete» que hay que cargar, lo cual nos
lleva en ocasiones a caer en profundas crisis. ¡No es fácil ser profeta! y
menos en estos tiempos en que el auténtico Evangelio no es bien recibido en
nuestra sociedad egoísta donde los intereses personales pueden más que el desprendimiento
y la generosidad. El dicho «La verdad no peca pero incomoda» es una realidad,
la actitud cristiana del profeta que predica con palabra y testimonio suele
ocasionar conflictos y dificultades, incomprensiones de personas que nos desean
el mal; en fin, empezamos a ver y sentir como Jesús, pues compartimos la misma
misión profética. Esto debe ser para el profeta un principio de fortaleza en
los momentos de prueba: Las pruebas y las dificultades sufridas por la
evangelización nos unen más a Cristo. Lo dice el cincelazo 439 «Las
dificultades y fracasos en el apostolado no deben desanimarnos. Jesucristo
encontró los mismos problemas».
Esta
experiencia de soledad que hace el profeta, es con mucho necesaria y benéfica
para nuestro crecimiento. La palabra de Dios ratifica nuestra misión: «Yo te
haré volver a mi servicio», «Tú debes», «Estoy contigo», «No te vencerán», (v.
19- 21). ¡Esta es la voz fuerte que Dios no acepta ni aprueba la debilidad de
sus testigos! El profeta nunca debe consentirse, ni ver su bondad o virtud; el
Señor nos quiere fuertes y decididos, ¡no quiere quejas ni lloriqueos!
El
superar las pruebas y dificultades no convence aún más de la presencia de Dios
en nuestra vida. Tales obstáculos en vez de disminuirnos, fortalecen y
vigorizan nuestra predicación. Los profetas deben aceptar en principio que su
vida estará marcada por la crisis y contrariedad. Aquel profeta que lleve una
vida tranquila, cómoda y placentera en realidad no es profeta. El Czo.No.455 lo
reafirma: «No tengamos miedo a sufrir crisis, más bien temamos llevar una vida
de tranquilad».
Isaías
6, 1- 8
El
llamado de Dios a Isaías es también otro prototipo de la vocación profética.
Más que un encuentro místico con el amor de Dios o una visión enajenante, ésta
experiencia es un hecho real histórico que condicionó la respuesta generosa de
Isaías: «Aquí me tienes, mándame a mí» (v. 8).
La
experiencia del llamado de Dios hace al hombre considerar su indignidad
personal, «de que somos muy poca cosa y muy pecadores» para llevar el mensaje
divino a otros hombres. Este santo temor de Dios nos lleva a ser más conciencia
de la necesidad de la misericordia divina y de la purificación interior. Todos
somos frágiles ante la impotente voz de Dios, que no da posibilidad de
escaparse. Recordemos la experiencia de Jeremías: «Me has seducido Yahvé y me
dejé seducir por Ti, me hiciste violencia y fuiste más fuerte» (Jeremías 20, 7
). Varias veces encontramos en los profetas la típica expresión « ¡Ay de mí!»
(v. 5) como una manifestación de la impotencia humana ante el llamado de Dios.
Dios
llama a quien quiere, como quiere y en el momento que quiere. Él sabe bien
escoger, por eso bien llama personalmente al joven Jeremías que al anciano
Isaías para formar parte de la gran cadena de instrumentos de la historia de
salvación. El profeta no comunica ideas abstractas ni mensajes sin sentido sino
la propia experiencia personal del amor ardiente de Dios (v. 6- 7).
Dentro
de la gran gama de mensajes que los profetas nos comunican, señalamos algunos
aspectos con los textos proféticos apropiados para reflexionarlos a nuestro
propio ambiente.
MUESTRAN
EL VERDADERO CULTO QUE AGRADA A DIOS
Jeremías
7, 1 - 11
Este
texto viene a resonar en la conciencia de los hombres de hoy, es una dura
condena a la falsa religiosidad y fanatismo propios de los ambientes donde no
hay evangelización. El profeta denuncia la religión que no va acompañada de
obras de justicia y de misericordia. El creerse salvados por el hecho de
permanecer el en templo de Yahvé es una desviación. ¡Hoy todavía hay muchos
cristianos que por el hecho de pertenecer a la Iglesia católica y cumplir sus preceptos,
piensan que pueden seguir con sus prácticas injustas! ¡Cuántos piensan que por
asistir a misa y rociarse agua bendita podrán salvarse. Una de las grandes
excusas que los católicos damos a los incrédulos para no acercarse a la misa y
a los demás sacramentos, es precisamente el pobre testimonio de las obras que
presentamos los más «allegados» a la Iglesia. Con frecuencia escuchamos
expresiones como «¿Yo ir a misa? Para ser como la persona fulana que no sale de
la Iglesia y es una hipócrita, chismosa, desobligada, etc. prefiero mejor estar
así como estoy o, «de qué les sirve ir a misa si no practican lo que dicen».
Tales recriminaciones que calan dolorosamente deben ser para nosotros grandes cuestionamientos
para mejorar nuestro proceder y crecer en la caridad que se nutre precisamente
de los misterios de salvación que celebremos los católicos. Para convencer a
tantos hermanos alejados de la Iglesia, es preciso acompañar nuestras
devociones con las obras de caridad. Recordemos la frase: «Las palabras
convencen, el testimonio y las obras arrastran».
Oseas
6, 6; Isaías 1, 11-17
De
manera semejante los profetas Oseas e Isaías fustigan contra muchas devociones
vacías que tranquilizan hipócritamente nuestra conciencia, cerrando los ojos a
las graves injusticias en las que participamos. Las mandas, peregrinaciones,
veladoras, medallitas y rosarios no sirven de nada cuando no van acompañadas
del esfuerzo sincero de conversión personal. El profeta las señala como
«ofrendas inútiles» que causan el horror de Dios (v. 13). Son actos deshonestos
que disfrazan las injusticias que cometemos cada día ¿Cuántos católicos creen
contentar a Dios con limosnas y novenas, y no mueven un dedo para remediar las
graves injusticias sociales que sacuden a los más pobres de nuestro país?
¿Cuántos cristianos «rezan con las manos extendidas» (v. 15) arrodillados ante
Jesucristo Sacramentado, pero ignoran, maltratan o aplastan a Cristo presente
en el prójimo? Tales contradicciones crean y presentan a los no creyentes una
falsa imagen de la religión, que el mundo y los incrédulos califican de puro
rezo y fanatismo.
De
ninguna manera el profeta condena las devociones cristianas de las que
hablamos, éstas en sí mismas son valiosos recursos para las almas animosas que
buscan llenarnos de Dios y servir mejor. Pero, cuando se convierten en actos
vacíos, desfiguran el rostro de la verdadera religión. Así también se corre el
peligro de convertir los sacramentales como el agua bendita, las bendiciones,
en buenos «tapaconciencias» o supersticiones que nos impiden crecer en la fe.
Amós
5, 21-23
El
profeta también habla duramente contra las fiestas «disque» religiosas, que son
puro pretexto para el vicio y el despilfarro. Dios y la virgen María no se
contentan con bailes y comilonas que les ofrecen sino con obras de justicia y
caridad. Por ello, los mayordomos y organizadores de las famosas fiestas
patronales, deben tener muy bien en cuenta que lo que realmente agrada y
complace a Dios es la conversión de los feligreses. Es una tristeza que se
gasten tantos millones de pesos en música y cuetes, cuando hay tantos hermanos
que en el mundo carecen hasta de lo más indispensable para vivir. El profeta
Oseas señala: «El Señor quiere amor y conocimiento de su Palabra» (6 ,6) ¡Ya es
hora de que los antiguos y veteranos mayordomos defensores de las «tradiciones»
del pueblo, se resuelvan a transformar la parroquia en el centro del culto
cristiano! Lo primero que deberían hacer, en lugar de colectar dinero todo el
año, es estudiar la palabra de Dios y convertirse en agentes de evangelización.
DENUNCIAN
LAS INJUSTICIAS
Amós
2, 6- 7
El
profeta viene a aclararnos el polémico y peleado concepto de justicia. La
tradicional definición de justicia de «dar a cada quien lo que le corresponde»
concuerda muy bien con la idea expresada por los profetas y en ciertos momentos
diríamos, equivale a la misma misericordia divina.
Realizar
justicia es obrar con misericordia procurando que todos los hombres por el
hecho de ser iguales tengan una vida digna que satisfaga sus necesidades
primordiales de alimento, vestido, vivienda, educación, etc. El hombre es la criatura predilecta de Dios que goza de derechos vitales que nadie puede
quitarles bajo cualquier intención por noble o patriótica que parezca.
De
este modo, pensar y actuar egoístamente, buscando solamente el propio interés y
bienestar, es una acción injusta, pues no retribuimos a los demás ni ayudamos a
los necesitados. Una exagerada posesión de bienes, sin ponerlos al servicio de
los demás es un robo a los más pobres a quienes nos pertenece todo lo que nos
sobra. Mucha razón tiene la Madre Teresa de Calcuta al decir que: « Nadie tiene
derecho a los superfluo cuando a alguien le falta lo necesario».
Miqueas
2, 1-2; Zacarías 7, 9-10
Son
otros textos que acusan fuertemente a todos los que comenten acciones injustas
atropellando a los derechos de los demás. Al escuchar este texto, vienen
seguramente a nuestra mente las imágenes de los políticos corruptos, asesinos,
narcotraficantes, agiotistas y latifundistas sin corazón ni escrúpulos.
Ciertamente, el poder que gozan estos personajes, es instrumento de opresión
para los más débiles; pero no pensemos que ellos son los más malos ni los
únicos responsables de la injusticia social. El bien y la justicia en la
humanidad es responsabilidad de todos. El cincelazo 870 nos dice: «No tenemos
derecho a juzgar ni a criticar las acciones de los demás, mientras no nos
esforzamos por cambiar y vivir radicalmente de acuerdo a la enseñanza de
Cristo». La primera rebeldía debe ser contra nuestros propios pecados. Así como
hay patrones abusivos que explotan a sus trabajadores dándoles salarios de
hambre, así también hay muchos más trabajadores que explotan a sus patrones no
dando lo que les corresponde. Se trata de trabajadores flojos e irresponsables
que con su mala calidad de trabajo y poca generosidad no rinden lo que se
espera de ellos. Los usuarios de los servicios públicos de salud y oficinas
fiscales, bien podíamos hacer una huelga quejándonos de tanta negligencia.
Enfatizamos
este lado de la justicia, al observar el cuadro realista de la personalidad del
mexicano, que se representa en el mundo como el rancherito dormido a la sombra
de un cactus. En broma se dice que el mexicano es el hombre del «mañana» ¡Sí!
porque mañana sí que lo hará, ahora sí mañana, y ese mañana nunca llega.
CONDENAN
EL RECHAZO A DIOS
Jeremías
2, 13
El
texto ilustra perfectamente la tendencia general de todo hombre a buscar
satisfacción en otras cosas que no son Dios. El materialismo y el consumismo
son engañosos espejismos que nos brindan falsa felicidad. Las modas, los
placeres, los vicios, las diversiones y comodidades son esos «pozos agrietados
que no retienen el agua».
El
profeta es el promotor de la fidelidad, que exige al hombre un cambio serio en
su programa de vida que le da Dios el primer lugar. Muchas actitudes nuestras,
a veces, hasta inconscientes revelan nuestro rechazo a Dios. En la actualidad,
la música y las diversiones electrónicas suelen quitarnos el tiempo que
necesitamos para Dios. Hay jóvenes que, sin maldad, no pueden vivir sin sus
radios portátiles que los desconectan del mundo y los privan de toda
oportunidad de reflexión. Los niños se educan con la «magia» de la televisión y
los mayores buscarán los vicios y las diversiones. Pero nunca estos pasatiempos
lograrán satisfacer la gran necesidad de Dios que tiene cada hombre. San
Agustín reflexionaba: «Nuestro corazón inquieto está y sólo descansará hasta
llenarse de Ti».
Jeremías
9, 1- 9
El
profeta fustiga la mentira y la deshonestidad general que corrompen la sociedad
actual. La verdad y la virtud a las que llama el Evangelio son rechazadas por
lastimar los intereses egoístas de los prepotentes y describir la «mugre y
porquería» que oculta el aparato político de nuestro país.
La
verdad y sabiduría cristiana no son reglas fijas o individuales que cada uno
construye como le de la gana sino fruto de la comprensión responsable de la
Palabra, de acuerdo a los lugares y los acontecimientos, es decir, abrirse a la
realidad iluminados por la palabra de Dios. La mentira y la deshonestidad son
formas de cerrarse a la voluntad divina. En cambio, vivir en la verdad es una
garantía de progreso en la vida espiritual. Lo dice el apunte para pensar N¼ 18
«El hombre que ama la verdad nunca fracasa ante las dificultades de la vida».
La
nueva corriente religiosa llamada «Nueva Era» es en realidad otra forma sutil
de engaño. Presenta al hombre una «ensalada» de doctrinas religiosas, ciencias
y filosofías para que cada quien tome lo que le guste y convenga. No hay ningún
compromiso serio para responder a las exigencias crudas y reales del mundo
actual. Es un intento de religión sin ideas claras que se oponen a la verdad
contundente de la Palabra y los signos de los tiempos.
Oseas
4, 1-2
Este
texto está como mandado a hacer para condenar y arremeter contra los malos
sacerdotes, es en realidad una crítica fuertísima a toda la sociedad que ha
rechazado a Dios «todos por igual me han ofendido pues me ha dejado a Mí su
Gloria para seguir a sus ídolos, su vergüenza» (4- 7).
De
acuerdo al texto, la causa del enojo de Dios es la poca preocupación por la
enseñanza de su Palabra tarea en la cual el sacerdote es el principal
responsable. La falta de evangelización es la causa principal de la indiferencia,
apatía y mediocridad del pueblo. No se puede culpar al pueblo de su propia ignorancia
religiosa; los responsables directos serán todos aquellos que habiendo conocido
la palabra de Dios no hacen algo porque esta Palabra llegue a otros. El profeta
viene a condenar a todos los que estamos comprometidos en esta misión del
anuncio de la palabra de Dios por no haber hecho lo suficiente para que su
mensaje se difunda respecto a los sacerdotes mediocres y despreocupados de su
principal tarea ¡No nos toca juzgarlos ni criticarlos! Ellos serán juzgados de
acuerdo a sus propias obras; a nosotros nos toca orar por ellos y trabajar sin
descanso ¡Quizá estén así por nuestro propio desinterés y seamos nosotros los
verdaderos culpables de la ignorancia del pueblo! No olvidemos que ellos han
sido constituidos para siempre sacerdotes ungidos de Cristo ante los hombres,
su valor e importancia para la vida de la Iglesia son inobjetables.
ANUNCIAN
LA NUEVA ALIANZA
Jeremías
31, 31- 34; Ez 11, 17- 21; 36, 23- 30
Los
profetas de Israel no sólo abrieron la boca para regañar y denunciar las
desviaciones a la ley de Dios, también son los portadores de las buenas
noticias. Las palabras de este texto son como un bálsamo para el pueblo que se
halla en las horas más amargas del desierto. «Pondré mi ley en su interior la
escribiré en su corazón y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (v. 33). El
anuncio de una nueva alianza definitiva y eterna a diferencia de la primera
representada en la ley, que fue muchas veces transgredida. El profeta anuncia
que Dios transformará el interior del hombre para que éste pueda amar y
observar la ley; pondrá en el interior de cada hombre la fortaleza y las
capacidades que necesita.
Los
antiguos babilonios tenían la famosa «ley del Talión» o «el ojo por ojo diente
por diente» que para muchos hombres de hoy sigue siendo válida y justificable:
«El me hizo, yo también le voy hacer» «No me habla yo tampoco le hablo».
Jeremías viene anunciar que ya no habrá incapacidad de cumplir la ley porque la
ley estará en nuestro corazón. El amor, el perdón, la fidelidad, estarán por
siempre con nosotros. Tendremos un corazón sensible a los mandamientos y leyes.
Ezequiel
18, 21- 27
La
nueva alianza también viene a mostrar un nuevo rasgo de la misericordia divina.
El Señor perdona los pecados y quiere empezar una nueva época. Se acabarán los
tiempos de las manifestaciones externas y sensibles de «la ira de Dios» (Sal
90, 7); ahora Dios le hablará al hombre interiormente de manera que cada uno
pueda encontrar a Dios, siendo responsable de su propia fidelidad. Dios no es
el juez implacable y rencoroso que se acuerda de todas nuestras faltas; su
perdón es completo y eterno.
Ezequiel
presiente la venida del Espíritu Santo que sana la incapacidad del hombre para
obedecer y permanecer abiertos a la voluntad de Dios.
Como
vemos, Dios poco a poco va revelando su verdadero rostro de Padre amoroso,
siempre con el deseo de que todos se salven. Ahora, por los méritos de Cristo,
el anunciado por los profetas queda sellada una Alianza Nueva y definitiva, que
no podrá romperse por nuestros pecados porque Cristo, Dios y hombre, la ha
establecido por siempre. Ello nos hace ver optimistamente hacia el futuro
porque tenemos, en Cristo Jesús la garantía eficaz de volver al Padre.
TAREA mandarla al correo:
tallerbiblicomsp@hotmail.com
1.-
Define al profeta
2.-
¿Qué contrariedades y dificultades crees que encuentra un profeta en nuestros
tiempos?
3.-
¿Qué opinas de la frase de Jesús «Nadie es profeta en su tierra»?
4.-
¿Te gustaría parecerte a alguno de estos profetas?
***************************************
Gracias, me ayudo mucho la información para preparar mi tema. Dios les bendiga y les de mas sabiduría para seguir ayudándonos en nuestra preparación. Muchas gracias.
ResponderEliminar