viernes, 19 de diciembre de 2014

Dios libera a su pueblo y establece una Alianza con él: Lección 05 del curso historia de la salvación


Al final del escrito el audio de esta lección



La experiencia de la esclavitud de los hebreos en Egipto no sólo es un acontecimiento clave para la constitución del pueblo de Israel, sino una lección para todos los cristianos pues, a través de él entendemos que Dios nunca se olvida de los oprimidos y marginados, a los que levanta y anima para que recobren su dignidad y puedan, de ahí en adelante, ser el pueblo de su pertenencia.


Empecemos esta lección con nuestra oración. Esta vez tomemos el salmo 5 que es una súplica de un hombre perseguido y atribulado que pone en Dios toda su confianza para salir adelante. Una vez rezado el salmo hacemos la siguiente oración: «Concédenos, Señor, tu Santo Espíritu para que podamos liberarnos de tantas esclavitudes y defectos. Especialmente te pedimos por todos aquellos hermanos nuestros que viven ignorando tu amor infinito en la pobreza material y espiritual para que por medio de tu Madre Santísima, la Virgen María encuentren la gracia y la salvación eterna. Amén» (Ave María y Gloria).

Recordatorio de la lección anterior:
En la lección anterior, la experiencia de Abraham nos sirvió para comprender el sentido verdadero de la fe cristiana. La fe es la respuesta al llamado de Dios que implica por lo mismo un movimiento «dinámico» al servicio de su obra. Esta nunca puede ser sentimentalismo superficial o una simple aceptación de las verdades de la Iglesia; es por esencia, una actitud ante la vida que nos hace estar en constante diálogo con Dios. Al mismo tiempo nos exige desprendernos de las cosas que más nos gustan, pues no se puede tener fe y seguir en nuestra misma actitud de rendir culto a la moda, fama, pereza, diversiones, etc.

El hombre que como Abraham decide atender la voz de Dios recibe abundantes bendiciones, pues reconoce que es Dios quien lo llama, y lo llama para darle todo aquello que puede anhelar. Para Dios no hay nada imposible y le concedió a Abraham el hijo que tanto deseaba después de 25 años de silencio y pruebas.

También reflexionamos como Abraham pide por la salvación de dos ciudades Sodoma y Gomorra perdidas irremediablemente en la perversión, y hacíamos notar cuán necesaria es la oración para pedir por la salvación de los hombres. La oración es el medio eficaz para ayudar a los hermanos que viven en el error y en el pecado además se insistió en la importancia que tienen los justos para la salvación de la humanidad. Diez justos hubieran bastado para salvar dos enormes ciudades ¡En la balanza de Dios un justo pesa más que miles de pecadores!
Otro gran mensaje que nos dejó la lección pasada es que las dificultades y pruebas que Dios permite en nuestro caminar, no son para destruir nuestra fe sino para amacizarla. El cristiano debe amacizar la idea de que cada prueba es una ocasión que Dios nos brinda para forjar nuestra fe en Él.

El episodio de la historia en el cual Esaú cambia la bendición por un plato de comida. También nos hacía reflexionar con cuanta facilidad cambiamos las gracias espirituales por el bienestar material. Hoy día se prefiere la televisión, los videos, las diversiones, etc., a los medios que puedan llenarnos de la gracia, como los sacramentos, la oración y la palabra de Dios.
Empecemos aquí esta nueva lección «Dios libera a su pueblo y hace una alianza con él».

Busquemos el texto:
Ex 1, 8 -14
Ahora situamos nuestra historia de salvación en Egipto. Recordemos que José «el soñador», había hecho llegar a todos sus hermanos con sus familias a esta tierra de abundancia, pues en toda la región azotaba una cruda sequía. Pasaron cientos de años, los israelitas se multiplicaron y expandieron por todo el país de Egipto a tal punto, que se despertó el celo del nuevo faraón que vio con malos ojos a este pueblo extranjero. Así que de ahí en adelante los egipcios hicieron caer sobre los israelitas los trabajos más duros y humillantes, a fin de frenar su crecimiento.

Esta historia no es extraña, sino un fenómeno común dentro de toda la historia de la humanidad; los poderosos someten a los más débiles y los toman por esclavos. Durante siglos y siglos gran parte de la humanidad ha vivido sometida a distintas formas de esclavitud y opresión. Muchos hombres han muerto como animales, sin conocer su dignidad y su vocación a la libertad.

Hoy día, los poderosos siguen explotando a los más pobres de muchos modos. Es sabido que los países desarrollados prestan dinero a los llamados del «tercer mundo» a condición que éstos reduzcan sus índices de natalidad ¡Tienen miedo como el faraón, del crecimiento de los más débiles!

Quizá la latinofobia actual en algunas regiones de los Estados Unidos obedezca a razones de este tipo.
Ex. 1,15-16
Decíamos que el faraón teniendo miedo del crecimiento del pueblo israelita, llegó al extremo de ordenar a unas parteras que malograran los partos de las mujeres hebreas, de este modo se reduciría la población de los extraños que amenazaban sus intereses. Pero estas mujeres no hicieron caso de la orden de faraón y tuvieron compasión del pueblo oprimido; su conciencia les hacía entender que atentar contra la vida de los indefensos es un crimen incalificable. Dios premió la valentía de estas mujeres que desafiaron el sistema asesino, concediéndoles numerosa descendencia. No obstante, el faraón al ver el fracaso de su plan tomó una decisión más radical: Echar al río a todos los recién nacidos.

¿QUÉ SIGNIFICA «MOISÉS»?
Ex.2, 1-10
Pero Dios se ríe de la astucia de los hombres. Hizo crecer en la misma casa del faraón que oprimía a los israelitas a su futuro libertador: Moisés, cuyo nombre significa «sacado de las aguas». Muchos niños hebreos habían sido muertos en el río Nilo, pero sólo a uno correspondió ser salvado. Moisés es el primer hebreo salvado en esa acción providencial. El hecho de ser «sacado de las aguas» nos da una idea magnífica de la misión de este niño. Significa que fue sacado del destino común de muerte y esclavitud que tenían todos los hebreos; él es el hebreo rescatado que iba a conocer lo que es la libertad. Los santos padres compararon la acción de «sacar de las aguas» como una acción liberadora. Es «volver a la vida», «devolver la libertad».

De este modo Moisés creció en el palacio de faraón y recibió una educación especial que nunca hubiera tenido en su propia familia. ¡Dios preparaba en lo oculto la salvación de su pueblo!

Ex. 2,11-15
Moisés llevaba una vida tranquila de palacio, cuando tuvo un encuentro con sus hermanos hebreos y comprobó sus penosos trabajos. Pudo darse cuenta que trabajaban sin libertad, en condiciones muy precarias: subalimentados, sin vivienda digna, sin educación, y lo peor condenados a vivir así para siempre.

En este estado de cosas la conciencia del pueblo era casi nula y tampoco había quien respondiera en nombre de estos oprimidos. El pobre y el humillado llega a acostumbrarse a lo malo y aún a lo miserable; cae en un estado pesimista que le hace incapaz de lograr una vida mejor, no cree que pueda salir de esta situación ni siquiera que pueda mejorar.

También vio Moisés cómo un egipcio golpeaba a un hebreo; de inmediato, en un arranque de indignación mató al egipcio. A pesar de que nunca vivió entre sus pobres hermanos, experimento amor a su raza; no cerró los ojos ante los abusos que se cometían ni renegó de su origen. Pero al día siguiente se descubrió otro aspecto de la pobreza de sus hermanos, al ser testigo de una pelea entre dos de ellos. La miseria no es tan sólo consecuencia de la explotación inhumana de los poderosos, ni los pobres son víctimas inocentes; entre ellos también hay maldad, violencia e irresponsabilidad. La pobreza hace perder la confianza en sí mismos y en los demás pobres. Es muy triste ver como la misma gente humilde del pueblo desprecia a sus hermanos por sentirse superior. Apenas alguno tiene un cargo insignificante en el gobierno, lo utiliza para el desprecio y perjuicio de los demás
Realmente era dramática la situación de Israel en Egipto. No había quien pudiera sacar al pueblo de esta penosa realidad. Moisés prefirió huir.

MOISES EL LIBERTADOR
Ex. 3, 7 -1-10
Era un largo período de esclavitud y desesperación que los israelitas sufrían; gritaron y clamaron a Dios y Dios oyó sus lamentos y miro con bondad a los hijos de Israel (Cfr. 2, 23-25). Este texto destaca la presencia de Dios en todo el acontecer humano. Dios no estuvo ajeno al sufrimiento del pueblo, sino que preparaba su salvación.

Conviene que subrayemos las afirmaciones divinas: «He visto», «He escuchado», «Yo conozco sus sufrimientos», «El clamor llegó hasta Mí», porque son las palabras que Dios nos dirige, para hacernos ver que no está lejos de la vida de los hombres y está particularmente presente en nuestros momentos más duros y difíciles.
Hay una prosa poética muy difundida titulada «Un par de huellas en la arena. Para el hombre esos son los momentos más felices, pasan ante él las imágenes más dulces y bellas de su existencia: ¡Camina con Cristo! Pero hay también momentos oscuros y dolorosos, en los que sólo observa un par de huellas y de inmediato reclama al Señor ¿Por qué me abandonaste? ¿Por qué me dejaste solo justo cuando más te necesitaba? El Señor le responde “Nunca te he olvidado ni abandonado, ese par de huellas en la arena no es tuyo; es mío, porque Yo te he llevado en mis brazos, Yo te he cargado en esos momentos más duros”».
El sufrimiento es una de las experiencias más graves que aqueja a la humanidad; en él, el hombre experimenta su impotencia y sus límites. Puede conducirnos a la angustia al repliegue de nosotros mismos, incluso a la desesperación y a la rebelión en contra de Dios; pero también puede hacer a la persona más dura, ya que el sufrimiento le ayuda a apreciar y discernir lo importante de la vida, pues con frecuencia la angustia empuja al hombre a una búsqueda de Dios.

El cristiano verdadero sabe aprovechar el sufrimiento y el dolor para unirse con Dios, sabe que estos provocan una conversión y ayudan a profundizar el misterio divino. Las almas místicas como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, encontraron en el sufrimiento un medio de purificación que les permitía lograr una profunda intimidad con Cristo. El padre Pío de Pietrelcina aprendió que los sufrimientos son útiles para purificarse, para dominar el orgullo y hacerse más sensibles a los sufrimientos de los demás y estar más cerca del Señor. Un día otro sacerdote le pedía que le diera un poco de sus muchos sufrimientos, a lo que él respondió: ¡Estás loco! ¡Eso nunca, no reparto con nadie mis preciosas joyas!

Concluyendo el tema: Dios ama a los que sufren, a los más pobres y viene oportunamente en su auxilio, aunque a veces parece que no se acuerda de ellos. Diremos que quien sabe descubrir el valor providencial del sufrimiento, encuentra el camino de la maduración cristiana. Lo dice el cincelazo 372: «Nacimos en el dolor y maduramos en el sufrimiento para alcanzar la gloria».

Ex 3 10 - 12
Dios responde al clamor del pueblo de Israel suscitando de entre el pueblo al caudillo que lo iba a liberar. La providencia de Dios se manifiesta en la participación generosa de los hombres de fe. Moisés es un hombre que madurando en el silencio del desierto, Dios llama para salvar a su pueblo. La misión es muy difícil pero Dios confirma su asistencia para que pueda perseverar en las peores dificultades.

Hoy, como entonces, Dios exige la colaboración de los hombres para liberar a los que están esclavizados en el pecado que es el origen de las injusticias, pobreza y hambre. La humanidad pide la presencia de otros Moisés que amen a su pueblo y estén dispuestos a liberarlo de tantas esclavitudes; hombres que griten el Evangelio, el mensaje liberador, que hace que todos los hombres reconozcan su dignidad de hijos de Dios. El cristiano no puede ser cómplice mudo ni testigo de brazos cruzados ante el sufrimiento de tantos hombres. ¡Nosotros con nuestra palabra y con nuestro testimonio representamos los brazos de la misericordia divina!

Ex. 7, 14; 8, 9 - 11
Una y otra vez Moisés se dirige al faraón para pedirle que deje libre a su pueblo, pero siempre es rechazado. La escritura destaca un endurecimiento del corazón del faraón que viene a señalarnos una actitud que muchas veces presentamos nosotros mismos ante los planes de Dios; nos obstinamos, no queremos oír razones y como el faraón llegamos a ser piedras de tropiezo para muchos. Dios hizo caer muchos azotes sobre los egipcios por la necedad de su faraón; pero ante la negativa de éste, tuvo que utilizar medidas más fuertes para liberar a Israel.

¿QUÉ ES LA PASCUA?
Ex. 12, 1 -29
Dios anuncia una medida implacable para lograr la liberación de su pueblo: Un ángel iba a pasar por Egipto dando muerte a sus primogénitos. También dijo a Moisés que para que el ángel no diera muerte a los primogénitos hebreos sino solo a los egipcios, todas las familias hebreas tendrían que sacrificar un cordero sin defecto. La sangre de ese cordero la usarían para untar los postes y el travesaño de la puerta. De ese modo cuando el ángel exterminador pasará por todo Egipto, reconocería por la sangre, los hogares israelitas y pasaría de largo.
Esta acción divina propició la salvación del pueblo de Israel e instituyó la gran celebración de la Pascua, palabra que significa «paso», pues Dios se hizo presente al pueblo para liberarlo realmente de la esclavitud. La sangre del cordero representó para el israelita la salvación misma; es símbolo y figura de la Sangre de Cristo, el Cordero Pascual que dio su vida por nuestra salvación. La pascua israelita encierra un gran significado para la cristiandad, porque Cristo mismo la celebró para presentarnos otra «Pascua» más nueva y definitiva para la salvación de la humanidad.

Ex. 14, 24 -30
Después de estos acontecimientos el pueblo de Israel tuvo la oportunidad de huir, pero todavía los egipcios hicieron un último intento de detenerlos. Nuevamente Dios interviene para pasar prodigiosamente a todo el pueblo por el Mar Rojo y así dejarlos libres, fuera del alcance de los opresores.

Este «paso» por el Mar Rojo representó para el israelita la liberación de la esclavitud de Egipto. Para el cristiano es símbolo de su bautismo, pues por el agua símbolo de vida damos muerte a todo lo que nos esclaviza y no nos deja ser plenamente libres. Por el bautismo somos liberados del pecado y regenerados como «hijos de Dios» para vivir en el espíritu y trabajar para el bien.

Ex 16, 1 -4. 13 - 15 ; 17 1 - 6
Una vez que el pueblo de Israel dejó atrás a Egipto, quedó completamente libre en el desierto y pronto les llegaron las dificultades. Como cualquier pueblo que alcanza su independencia tuvo que entender que la libertad, no es un lujo ni una diversión, sino la vivencia responsable de un don de Dios.

Ante la crudeza del desierto, el pueblo poco a poco fue perdiendo el entusiasmo de la liberación y así enfrentó su primera dificultad: El hambre y la sed. La gente comenzó a murmurar contra Moisés alegando que moriría en el desierto; olvidaron que cuando Dios realiza obras las realiza completas nunca a medias. No obstante Dios concede el pan para su pueblo.

Este texto nos viene a insistir en la idea que hemos venido desarrollando «Dios nunca nos abandona en los momentos más desesperados interviene para ayudarnos». La desesperación y el miedo son consecuencia de una falta de confianza en Dios; lo dice el cincelazo 1093: «El que no confía en Dios pronto se desespera».

Después de estas pruebas superadas, no sin dificultades, el pueblo de Israel afirmó su fe en Dios. Había experimentado en carne viva el brazo poderoso de Dios que lo había sacado de Egipto y le había dado de comer en el desierto. En esas circunstancias Dios propone al pueblo un compromiso mayor, era hora de sellar una alianza que comprometiera definitivamente a Israel como pertenencia suya.

Esta alianza se concretiza al pie del Sinaí es uno de los acontecimientos más importantes para Israel, pues él mismo escogió libre y conscientemente a Dios y se comprometió a cumplir todo lo que Él dijera «Haremos lo que Yahvé ha mandado» ( v. 8). De ese modo se dispusieron a cumplir la ley que Dios iba a dar a Moisés: «El decálogo o diez mandamientos», los cuales analizaremos brevemente actualizándolos, para que nos demos cuenta que hoy como ayer tenemos un compromiso ante Dios y que tales mandamientos van más allá de lo que las mismas palabras dicen. Por aquello de tantos cristianos que no se acercan a la confesión pues piensan que «si no han robado, matado o mentido, entonces no han pecado». Muchas veces y de muchos modos fallamos a estos mandamientos.

LOS MANDAMIENTOS
Ex 20, 1 - 17
Primero (v. 1- 7) «No tengas otros dioses fuera de Mí», que nosotros aprendimos del catecismo amar a Dios sobre todas las cosas. Nos compromete a tener a Dios como primer valor en nuestras vidas. Fallamos a este mandamiento cuando le damos más valor a otras cosas como al dinero, los placeres, los vicios, las diversiones, etc.

También fallamos a este mandamiento cuando no queremos saber más de la palabra de Dios o pensamos que con lo que sabemos es suficiente, recordemos la frase de San Juan «Nadie ama lo que no conoce», ¿cómo decimos amar a Dios si ignoramos las verdades más elementales de nuestra fe y nuestra Iglesia?

Otra falla a este mandamiento es desconfiar de la providencia divina y recurrir a todo tipo de sortilegios y supersticiones, llámense brujerías, astrologías, lectura de cartas, amuletos y talismanes, de los que podríamos hablar largo y tendido.

Segundo (v.6) «No tomarás el nombre del Señor en falso». Fallamos a Él cuando tomamos a juego las cosas sagradas y dudamos que tengan pleno valor. La blasfemia, los chistes obscenos contra la religión y sus ministros, son ofensas contra el mismo Dios. Así también cuando se rompen las promesas hechas a Dios y no estamos dispuestos a rectificar.

Tercero (v.8 - 10) «Recordar el día sábado para santificarlo» al propósito nos referimos la próxima lección cuando hablemos del «Domingo día del Señor». Sólo adelantamos que para el católico el día de santificar, es el domingo. Por lo tanto es un deber y necesidad participar en la misa los domingos y días de guardar.

Cuarto (v. 12) «Honrarás a tu padre y a tu madre». Se falla directamente a este mandamiento cuando los hijos no se preocupan de los padres o se desentienden de sus deberes para con ellos. En la actualidad hay muchos jóvenes que se avergüenzan de sus padres porque están viejitos o son de origen humilde. También hay muchos padres que no se preocupan de los hijos, pues no procuran su bienestar físico, económico, afectivo, espiritual. Los padres irresponsables que exponen a sus hijos a la vida miserable y a la delincuencia fallan a este mandamiento.

Quinto (v.13) «No matarás». Por matar entendemos el acto por el cual ilegítimamente se priva a una persona de la vida, pero no sólo eso es matar, podemos generalizar y decir que matar es simplemente atentar contra la vida, ese don maravilloso que Dios da a todos los hombres para que nos realicemos en este mundo como hijos suyos. Por lo mismo todo lo que rebaje y perjudique la integridad física y moral de una persona, será grave falla a este mandamiento. El homicidio, el aborto, la eutanasia y el suicidio son ejemplos claros. También todos los actos que atentan contra la salud, por ejemplo la drogadicción y el alcoholismo, ya sea de parte de los jóvenes que se introducen al vicio como de los que inducen y promueven, son crímenes contra la vida.

Asimismo se puede matar moralmente a una persona, impidiendo su realización, no brindándole afecto o menoscabando su dignidad. El chisme y la calumnia pueden ser armas asesinas con las que podemos destruir la vida de una persona.

Sexto (v 14) «No cometerás adulterio». Se infringe este mandato cuando no se vive la castidad a la que todos estamos llamados independientemente de nuestro estado de vida (soltería o celibato, matrimonio o vida consagrada). La lujuria, masturbación, fornicación, pornografía y prostitución son atentados contra esta castidad.

En nuestro mundo actual azotado por el consumismo y el erotismo que empuja a las personas a dar rienda suelta a la sensualidad y acomodarse a las situaciones placenteras, es fácil dejarse seducir y caer en este juego que engorda nuestro egoísmo y nos pone en la antesala de estas fallas. Lo recomendable es pedir a Dios la fortaleza, el dominio de nosotros mismos para no caer en estas tentaciones y buscar los modos de sana diversión, así como fomentar el deporte que garantice la higiene mental y espiritual.

Séptimo (v. 15) «No hurtarás». Hurtar significa tomar o retener bienes del prójimo injustamente perjudicando sus intereses. Toda forma de robo contradice la disposición divina y lesiona el bienestar de la persona robada. Las promesas y los contratos no cumplidos por cualquiera de las dos partes, patrón y empleado así como actitudes irresponsables en el trabajo, despilfarros y ausentismo son injusticias declaradas. El daño ecológico en nuestro mundo que acaba con la obra creadora de Dios y explotación irresponsable de los recursos naturales también son injusticias.

No proporcionar ayuda a los pobres, prefiriendo nuestro bienestar, es incompatible con los principios divinos. Es un robo que cometemos a los preferidos del evangelio. Lo dice San Juan Crisóstomo «No hacer participar a los pobres de nuestros bienes es robarles y quitarles la vida».

Octavo (v. 16) «No mentirás». Es un llamado a vivir en verdad y autenticidad. Queda prohibido por tanto todo intento de falsear la verdad en relación con el prójimo. La calumnia, la hipocresía y el engaño destruyen la reputación de la persona ocasionando situaciones graves. El halago, la vanagloria y la ironía son actitudes negativas que desvirtúan la auténtica imagen que debemos tener de las personas. La mentira es directamente la falta contra la verdad, su gravedad dependerá de las circunstancias, intenciones del que las comete o los daños producidos.

Noveno (v. 17) «No desearás la mujer de tu prójimo». Con el equivalente femenino «no desearás al hombre de tu prójima», este mandato nos ordena mayor pureza de actitudes y sentimientos. Los pensamientos impuros no sólo afectan la castidad sino disminuyen la capacidad de entender los planes divinos. Los espectáculos malsanos unidos a una relajación de las costumbres, son causa directa de estas impurezas.

Décimo (v. 17) «No codiciarás lo bienes ajenos». Es una exigencia desterrar de nuestro corazón a la envidia. Ese triste sentimiento que experimenta una persona que desea malamente los bienes ajenos. Decíamos en una lección anterior que la envidia nace de un corazón orgulloso que no se contenta con los dones divinos, sino que lucha por sobresalir, por eso no se puede tolerar que una persona tenga otros dones que ella no posee. Es un sentimiento que genera violencia y destrucción moral.

Bien hermanos, hemos concluido esta cuarta lección, en la que hemos expuesto la naturaleza de nuestra alianza con Dios. El compromiso que el cristiano hace con su Dios salvador es una exigencia a un cambio radical en nuestro diario vivir, convencidos de que Dios nos llama a la patria eterna.

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1. Menciona algunos ejemplos de la Biblia para demostrar que Dios no se olvida de los pobres y oprimidos.

2. ¿Qué quiere decir «Pascua» y que simboliza el cordero pascual?

3. ¿Qué piensas hacer para que tus familiares y amigos pertenezcan al pueblo de Dios y gocen de su amistad?

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