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Esta
lección viene a demostrarnos una vez más que Dios realiza grandes milagros en
favor de los suyos. En el camino histórico que realiza el pueblo de Israel
hacia la tierra prometida encontramos reflejada la misma actitud del cristiano
que se encamina hacia la Patria Celestial. A pesar de los rechazos y rebeldías
Dios sigue suscitando hombres con poder para liberar al pueblo de la opresión.
Los jueces son esos personajes dotados de cualidades extraordinarias para ser
líderes en esta misión. Como a ellos, Dios da a cada uno de nosotros
capacidades para hacer el bien a los demás sin miedo a los compromisos o a las
dificultades.
Para
disponernos a reflexionar la palabra de Dios tomemos el salmo 118 que es una
alabanza a Dios en gratitud por habernos librado de la mano de nuestros
opresores. Después hacemos la oración: «Te damos gracias Señor por la
oportunidad que nos das de reflexionar tu Palabra. Te pedimos que nos des la
fortaleza para poder ayudar a tantos hermanos nuestros que, por no conocerte,
viven oprimidos por el pecado y la injusticia» (Ave María y Gloria).
Recordatorio
de la lección anterior:
Antes
de empezar, es conveniente que demos un repaso breve a nuestra lección
anterior. En ella dábamos respuesta a ciertas preguntas y objeciones que nos
hacen los hermanos protestantes sobre el uso que damos los católicos a las
imágenes, sobre nuestra devoción a los santos y a las reliquias. Tales
devociones, veíamos, están firmemente cimentadas en la enseñanza bíblica y en
la tradición de la Iglesia. En el caso de las imágenes insistimos que Dios no
las prohíbe en sí mismas, lo que prohíbe es la idolatría, es decir, adorar
otros dioses. Esto se demuestra con el hecho de que Dios mismo manda construirlas
(Ex 25, 18 Núm 21, 8), pero al ver que el pueblo las ha convertido en dioses,
las manda destruir (2Re 18, 4). Añadíamos también que las imágenes son valiosas
en el sentido que animan la oración y la piedad cristianas.
En
el caso de la devoción a los santos, hablábamos de que acogernos a su
intercesión es un hecho enteramente bíblico. Pablo recuperó la vista a través
de Ananías, un hombre santo, a pesar de que Dios pudo habérsela devuelto directamente
(Hch 9, 19). Los santos son los amigos de Dios que por su cercanía y confianza
nos logran más fácilmente los favores divinos que necesitamos. Nada le quitan a
la gloria divina, al contrario, la ensalzan y engrandecen pues hacen ver que
Dios puede valerse de hombres pequeños para realizar grandes milagros.
La
devoción a las reliquias, que está íntimamente ligada a la devoción a los
santos, (pues las reliquias son los restos y objetos que les pertenecieron) nos
expresa también la gran estima que Dios tiene para con estos hombres. En los
Hechos de los Apóstoles encontramos como muchas personas fueron sanadas
mediante las prendas y objetos que pertenecieron a Pedro y Pablo (Hch 19, 11-
12).
Nuevamente
tomamos el hilo de nuestra historia de la salvación. Recordemos que Dios ha
sacado libre a su pueblo de Egipto encaminándolo por el desierto hacia la
tierra prometida. Fueron cuarenta años los que Israel navegó por ese desierto,
años de duras y pesadas luchas; pero al fin después de todo este tiempo llegó
el momento esperado. Moisés ha muerto sin pisar la tierra prometida pero ha
cumplido su misión dejando a su pueblo Israel a un paso de conquistarla.
DIOS
NOS ACOMPAÑA
Josué
3, 14-17
Decíamos
que el pueblo de Israel ha soportado 40 años de pruebas y luchas por el
desierto. El caminar por el desierto es símbolo de trabajo y purificación. El
40 es un número simbólico que indica la duración de toda una generación de toda
una generación que se preparó en el desierto para entrar en la tierra esperada.
El
pueblo de Israel nunca recorrió solo este camino hacia la tierra prometida
pues, contaba con el Arca de la Alianza que le acompañaba en todas sus
empresas. El Arca de la Alianza era para el pueblo signo y presencia del mismo
Yahvé que lo había sacado de Egipto. Su Contenido: Las tablas de la ley, el
bastón de Aarón y algunos granos de maná; eran las reliquias más preciosas que
conservaba, le daban la convicción de que Dios había obrado en su favor. De ahí
en adelante el Arca se convirtió en la prueba fehaciente del poder de Yahvé.
Dios
nos acompaña en todo el caminar de la vida dándonos la seguridad y confianza
necesaria. Él es nuestro refugio y fortaleza. El Santísimo Sacramento que está
guardado en el sagrario es para nosotros los cristianos la misma presencia divina.
Es Cristo que cumple su promesa de acompañarnos hasta los últimos días,
dándonos fuerzas para la lucha de la vida.
Josué
6, 1-20
La
tierra prometida no estaba libre sino dominada por Jericó, una ciudad amurallada
y bien protegida contra los ataques de los enemigos. Dios había señalado a
Josué que esta era la tierra de su elección, pero para que pasara a ser
propiedad de Israel tenía que obedecer perfectamente a sus planes. Las
instrucciones para apoderarse de la ciudad nos perecen ahora a nosotros escandalosas
y ridículas, pero para el pueblo de Israel estaban significando. A pesar de que
Israel no contaba con un ejército ni armamento iba a enfrentar a una ciudad
guerrera y amurallada. En apariencia, Dios le pide al pueblo un imposible, pero
Israel nunca estuvo solo en la lucha y va a vencer a Jericó por su obediencia a
su voluntad y porque no se separaba del Arca de la Alianza a la que llevaba por
delante. El pueblo avanzó seguro de la victoria porque el poder de Dios estaba
con él.
Como
podemos notar, la conquista de la tierra prometida fue difícil para Israel;
después de 40 años de luchas y sacrificios en el desierto y de enfrentar a
fuerzas superiores logró la conquista de la herencia divina. Del mismo modo, la
conquista de la Patria Celestial no es para el cristiano cosa fácil.
La
vida eterna se alcanza con cansancios y sudores pues Dios, al mismo tiempo que
nos acompaña y nos da las gracias necesarias para perseverar, nos pide nuestro
máximo esfuerzo. Hay un dicho popular que dice: «El que quiera azul celeste,
que le cueste»; cumplir la voluntad de Dios es difícil, pero no imposible para
quien cuenta con la fuerza divina. Por eso, Él nos ha asegurado su presencia y
compañía en todo nuestro caminar. El cincelazo 391 resume la idea: «La
verdadera felicidad cuesta». El Señor nos da la oportunidad de merecerla a
través de un poquito de sacrificio.
Josué
24,24
Una
vez que tomaron posesión de la tierra, las doce tribus de Israel se la
repartieron equitativamente. No tenían gobierno en común que los unificará; su
única ley era la ley divina que había quedado grabada en las tablas de piedra.
Estaban unidas en Dios al que servían y obedecían, al mismo tiempo que se
mantenían como pueblo fuerte y vigoroso. La prosperidad y la paz acompañaban a
los Israelitas.
En
estas circunstancias Israel hizo una experiencia muy especial, comprobó que el
cumplimiento de los mandatos del Señor lo hacía un pueblo fuerte. Por eso
caminaba con paso fuerte y decidido, pues, Dios le sonreía con toda clase de
bienes espirituales. Hoy en día el cristiano también encuentra en la vivencia
de la palabra de Dios un medio para fortificarse. La obediencia a la voluntad
divina nos va capacitando para entender planes futuros. Es un principio
espiritual: «Cuanto más nos empapamos de la voluntad de Dios más nos
fortalecemos de su poder» (Czo. 551). En cambio, los descuidados y
superficiales no tienen fuerza ni decisión, y, como veremos más adelante, se
exponen a la miseria y a la explotación de los abusivos.
¿QUIÉNES
SON LOS JUECES?
Jueces
2, 11-18
Pasamos
en este momento a una época especial dentro de la historia de la salvación: Los
jueces». El pueblo de Israel asediado por los rivales vecinos tiene la
tentación constante de volverse a la idolatría. En la prosperidad alcanzada
pronto se olvidó de Dios dejando de observar la ley. Tal situación ocasionó la
ruina del pueblo que cayó en manos de los salteadores que lo dejaron en la más
penosa miseria.
En
realidad, Dios mismo hizo caer a Israel en manos de enemigos para hacerle
entender de una vez por todas que sin Él nada podía. Pero al pueblo le costaba
mucho entender esta lección y volvió una y otra vez a caer en la idolatría.
Esta misma historia, como un ciclo se repitió constantemente siguiendo esta
secuencia:
1.-
El pueblo se aparta de la ley de Dios y cae en la idolatría.
2.-
Como consecuencia el pueblo se debilita y Dios lo entrega en mano de sus
enemigos.
3.-
En esta situación el pueblo reconoce sus errores y clama a Dios la salvación.
4.-
Dios responde a los clamores del pueblo suscitando un líder para liberarlo de
la opresión.
5.-
Llegada nuevamente la prosperidad al pueblo vuelve a repetirse la misma
historia.
Esta
historia bien podría resumir la vida personal de muchos de nosotros. Mientras
hay abundancia material, felicidad y prosperidad, ¡de Dios, ni nos acordamos!
En cambio, cuando «nos llega la lumbre a los aparejos» y experimentamos
situaciones difíciles y dolorosas, entonces sí que vamos a Dios.
Las
situaciones de apuro provocan una oración más sincera y humilde, pues
comprobamos nuestros límites delante del poder de Dios. Dios actúa como un
educador que nos hace caer en estas situaciones para que nos acordemos de Él.
El cincelazo No 173 subraya esta idea: «En la medida que uno reconoce su
miseria sabe orar».
Dios
responde a los clamores de su pueblo suscitando un caudillo o «juez» para
restablecer el orden y la paz. Los jueces serán esas personas extraordinarias
dotadas de un don o carisma especial para enfrentar la opresión de los
prepotentes. Pero una y otra vez, no obstante las intervenciones divinas la
historia volvía a repetirse.
Hay
una frase que encierra una gran verdad: «Un pueblo que no aprende de su
historia está condenado a repetir los mismos errores». Así, el frágil pueblo de
Israel cayó una y otra vez sin entender la lección. Mientras estaba el juez
parecía arrepentirse, pero cuando desaparecía volvía a adorar otros dioses.
EL
NACIMIENTO DE SANSÓN
Jueces
14, 1-5
La
historia de los Jueces es muy larga. La escritura nombra cierto número de
ellos, algunos apenas mencionados y otros más importantes. Entre ellos tenemos
a Otniel, Ehud, Débora y Baraq, Gedeón, Abimelek, Jefté y Sansón, de quien nos
ocuparemos.
El
nacimiento de Sansón se realiza a través de una acción portentosa. La madre
siendo estéril recibe el anuncio de un ángel de Dios que le dice que concebirá
un hijo a quien debe criar como a un consagrado, pues, le dará la misión de
liberar a su pueblo de la opresión filistea.
El
niño creció con el espíritu de Yahvé y pronto empezó a lucir la fuerza física
extraordinaria que poseía. Este don, como todos los que Dios concede, son para
realizar un servicio que Él mismo nos pide. Por ello Sansón fue favorecido con
este don para que por medio de él liberara a su pueblo de los filisteos. Todos
nosotros tenemos dones; no hay nadie que haya sido privado de gracias y
carismas, porque Dios no puede pedirnos algo, sino contamos con lo necesario
para realizarlo. Del mismo modo que el obrero necesita de sus herramientas, el
cristiano necesita de los dones para poder servir; no olvidemos que el bien
común depende de cada uno de nosotros. He escuchado en ocasiones a personas que
por «exceso de humildad» se quejan tristemente ante los demás de no haber
recibido dones. A estos habría que preguntarles: ¿No tienen vida?, ¿no tienen
corazón para amar?, ¿boca para rezar? o, ¿brazos para trabajar? Este
pensamiento aparentemente humilde, niega la providencia divina que da a todos
dones y carismas como quiere y cuando quiere siempre con sabiduría. La
verdadera humildad, como nos dice el cincelazo No 292 «no consiste en ocultar
lo que el Señor nos ha dado, sino en revelar al autor de lo que tenemos».
Jueces
14, 1-3
Pero
así como Sansón fue distinguido con este don extraordinario, también tuvo, como
todo hombre, defectos y debilidades que le impidieron cumplir eficazmente la
misión que Dios le había confiado.
Su
pasión por las mujeres lo metió en muchos problemas que lo distrajeron de su
misión liberadora. Por principio de cuentas, puso sus ojos en una extranjera a
pesar de que la Ley Israelita no permitía uniones con mujeres paganas. La
fuerza física que poseía le hacía sentirse seguro y capaz de alcanzar cualquier
cosa que deseara. Nunca tuvo tiempo para preguntarse: ¿Qué quiere Dios de mí? Y
así, entre pasiones y deseos superficiales, fue desperdiciando poco a poco el
tiempo precioso de su juventud.
Jueces
15, 4-5
Así
como un don puede servir para hacer mucho bien, también puede servir para hacer
mucho mal. Antes que pudiera Sansón haber hecho algo bueno por su pueblo
gracias a la fuerza que tenía, ya lo había metido en grandes problemas. Su
debilidad por las mujeres lo llevó a pleitos y venganzas que irritaron a los
filisteos, los cuales decidieron atacar a los israelitas.
La
inteligencia, las habilidades y carismas especiales son siempre dones divinos,
pero si no hay recta intención, o no están movidos por el amor hacia los demás,
se convierten en armas destructoras de una comunidad. Las grandes inteligencias
del mundo gastan más fuerzas en la búsqueda de armas letales que en atender las
necesidades urgentes de los pueblos como el alimento, la vivienda, educación,
etc.
Jueces
15, 14-18
Sansón
en una demostración impresionante de su fuerza dio muerte a los filisteos. Con
ellos, por fin pudo liberar a su pueblo de la opresión. ¡Una vez más, Dios
intervino en favor de los suyos! Sansón se sentía orgulloso, pues tenía la
seguridad de que Dios actuaba a través de él para darle la victoria. Había
hecho la experiencia de que «el ánimo de luchar va unido a la confianza en la
guía de Dios» (Czo. 1100).
Jueces
16, 4-9
Sansón
va a experimentar la misma moraleja de todo el libro de los jueces pero ahora a
nivel personal. Instalado en la fama y en la prosperidad se olvida de su misión
y se casa con una extranjera. Esta mujer se va a encargar de sacarle el secreto
de su fuerza para venderlo a los filisteos.
Al
dejarse llevar por sus pasiones y deseos, Sansón desobedeció a Dios y perdió su
fuerza. El hombre de hoy que cree alcanzar la felicidad en las diversiones y
vicios nunca tendrá satisfacción; después de tanto hartarse y llenarse de las
cosas del mundo, Dios le hará sentir vacío, ausencia, tedio..., para que por
primera vez en su vida se plantee la pregunta ¿Es esta la felicidad?
Un
hombre que falla a la voluntad divina empobrece y cae como Sansón. En cambio,
la cercanía de Dios es garantía de fortaleza humana. Entre más unidos estemos a
la voluntad de Dios, más fuerte será nuestra entrega y testimonio. Nos lo dice
el cincelazo número 480 «Un hombre débil no puede ayudar por eso debemos
hacernos fuertes para ayudar a muchas personas».
Jueces
16, 22-31
En
Sansón se cumple el viejo dicho «se muere como se vive». Siendo él, un hombre
apasionado y violento, no pudo tener otro fin. Engañado y ya sin fuerzas sintió
coraje al oír las ofensas y burlas que le hacían. Así que le pidió a Dios la
fuerza suficiente para vengarse de los castigadores. Dios le restituyó su
fuerza y al grito de «muera yo y todos los filisteos» acabó con su propia vida
y la de muchos filisteos, tantos como nunca había matado.
De
este modo, terminamos con la vida de Sansón, un hombre consagrado y enriquecido
por Dios con muchos dones, pero lleno también de debilidades y defectos que
opacaron su misión liberadora. Es la historia de un hombre como cualquiera de
nosotros que tiene una misión específica en la comunidad y que viene a
cuestionarnos. ¿Qué tanto pongo al servicio de los demás los dones y
habilidades que Dios me ha concedido? ¿Qué tanto me he dejado envolver por los
vicios y pasiones que empobrecen mi generosidad?
TAREA mandarla al correo:
1.-
¿Qué es lo que unía a las tribus de Israel y por qué las hacía fuertes?
2.-
Dios otorga a cada uno de nosotros sus dones para ponerlos al servicio de los
demás. Describe los carismas que Dios te ha dado y procura interpretar lo que
Él quiere que tú hagas en la vida.
3.-
Demuestra con un episodio bíblico el dicho «a Dios rogando y con el mazo
dando».
4.-
¿Qué pasa con el hombre que en situaciones de apuro se acerca a Dios
humildemente para pedirle ayuda a sus problemas?
5.-
¿Cuál sería la historia de los pueblos si los poderosos utilizaran su
inteligencia para ayudar a los más necesitados?
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bendecido dia muchas gracias por compartir Dios les bendiga abundantemente
ResponderEliminarBuenas tardes me gusto mucho la lectura me parece bastante enriquecedora que la bendición de Dios les acompañen siempre
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